¿Quien de vosotros no ha tenido un viaje de fin de curso en el instituto?, (que no se por qué se llamaba de fin de curso si se hacía en abril, pero ese es otro tema). Pues hoy me puse a recordar el mío y realmente hay recuerdos que parecen surrealistas, incluso si no fuera porque yo lo viví, diría que son hasta invenciones del que escribe, pero no, lo que voy a contar sucedió realmente hace la hostia de años ya, pero ocurrió.
Nos juntamos unos 120 chavales y chavalas para irnos de viaje a Italia, y como no había presupuesto para lujos tuvimos que hacerlo en "bus". Tuvimos que ir en dos y como eramos buenos chic@s solamente nos acompañaron tres profesores (en mi bus solo venía uno, que por demás era "el cura"). Salimos de Madrid y la cosa fue normal y tranquila hasta que hicimos parada en una estación de servicio de esas gigantes en la carretera de Barcelona, allí paramos a comer y estirar las patas y como había una tienda enorme, los más previsores (entre los que me incluyo) hicimos acopio de provisiones, tanto de regalos para los familiares como de alcohol para posibles necesidades siempre con fines curativos por si alguien resultaba herido. El caso es que entre unos y otros dejamos la tienda pelada de botellas de whisky, ron, ginebra y demás sucedáneos factibles para la mezcla, así como colonias surtidas para regalar, todo ello a precios populares, ya que pagar, lo que se dice pagar, pagamos poco.
Continuamos la marcha hasta Salou, sitio tranquilo en la costa catalana conocido mayormente por su alto índice de población jubilada, teníamos un hotel cojonudo pero la habitación no me sirvió nada más que para ducharme, la noche la pasé en un centro de "acogida social que había enfrente", las muchachas que trabajaban allí eran encantadoras, siempre cuidando que no nos faltase de nada... total que la cogorza fue descomunal.
A la mañana siguiente nos fuimos a dormir al bus camino de Niza, siguiente parada y fonda, (del paisaje no puedo comentar mucho porque no vi nada de nada, ni ese ni ninguno de los días que estuvimos de viaje). A la llegada a la Côte d'Azur nos lanzamos a descubrir los encantos nocturnos del lugar, como otro amiguete y yo eramos los más sueltos en la lengua gabacha, fuimos los encargados de buscar y cubrir las necesidades de nuestros queridos compañeros, en esa búsqueda pudimos disfrutar de una carrera ilegal nocturna con apuestas de por medio, como Dios manda, y después del espectáculo gratuito nos dirigimos a la zona de "marcha"... como eramos menores de edad nos tuvimos que limitar a competir con un grupo de gabachines por ver quienes aguantabamos más bebiendo cerveza, nosotros en un ataque hispanita (nada que ver con el vicio del bebercio) hicimos que los susodichos acabaran echando hasta el calostro que sus santas madres les dieron al nacer. Como la noche no daba para más nos fuimos al hotel y en mi habitación (que raro), hubo quedada general, yo tenía el surtidor de todo lo arrepiñado en la estación de servicio. No se como, pero en una habitación de unos 30 m² pudimos meternos unas 60 personas, acabamos con todos los refrescos de la máquina de la recepción y más de uno acabo perjudicado... lo ultimo que recuerdo fue un compañero que se caía de una cama de matrimonio a pesar de dejarle en el medio, yo fui uno de los siguientes en caer. La habitación quedó que parecía un campo de batalla y cuando llamaron para traer el desayuno (dos cafés grises y cuatro croissants revenidos, que me comí como el mejor de los manjares porque el compañero que se caía de la cama no podía sacar la cabeza del WC), la camarera huyó despavorida al ver semejante espectáculo y a los 10 min. estabamos plantados ante la Santa Inquisición (los profesores), nos querían mandar en avión de vuelta al 2º día... como eramos poco populares, tod@s los compañer@s dijeron que se volvían con nosotros, total que nos dejaron seguir.
De allí continuamos ruta pasando por Pisa, bonita torre pero algún día habrá una desgracia, mi compañero de habitación (el del WC) casi se va al vacío por culpa de la inclinación, ¿no pudieron hacer la torre recta? Paramos en Firenze que catedral (dicen que es bonita, estaba cerrada por obras, que suerte tuvimos), y la fiesta.... los tios estaban más salidos que nosotros y ya era decir, tuvimos que proteger a nuestras chicas porque casi nos las violan antes de bajar del bus, y encima nosotros no vimos ni una italiana... mal se ponía la cosa.
Seguimos hasta Roma, de sus monumentos y su historia no os voy a contar nada, que supongo que ya lo sabréis. Tuvimos una suerte tremenda, ante la falta de italianas hasta la fecha nuestro hotel estaba en una zona de "chicas alegres", todas ellas exuberantes al más puro estilo Sabrina la del boys boys, después de un largo día de visitas a la vuelta al hotel paramos a charlar con ellas, las pobres tan necesitadas de calor (por su falta de ropa), el caso es que entre varios conseguimos unir fuerzas (liras por aquella época) y quisimos que no pasase frío esa noche, pero cuando ya estaba todo acordado llego el profe y no nos dejo rematar el tema... eso sí, nos tuvo que llevar arrastrando casi, unos lagrimones se nos caían que podíamos acabar con la sequía del cuerno de África no digo más, pues el caso es que nos giramos y vimos a la "chica" que nos decía bastardi spagnoli (no voy a traducirlo por el horario infantil). A día de hoy, aún doy gracias "al profe" que nos ahorró las liras y nos permitió mantener virgen el O.G.T. tenía un ciruelo más grande que todos nosotros juntos.
Seguro que estáis pensando, ¿y estos chicos no hicieron nada con lo majos que son?... la duda ofende, nos fuimos al hotel, no preguntéis como pero teníamos las llaves del bar del hotel y nos bebimos hasta el agua de los fregaderos y gratis, mientras el recepcionista dormía como un campeón. Con la alegría que da la birra italiana gratuita, uno de los compañeros se vistió de chica alegre, como no había zapatos del 43 pues el pobre tuvo que ir con zapatillas de deporte, y aunque no lo creáis, ese pequeño detalle le restaba encanto. El caso es que nos fuimos todos a la calle a dar las buenas noches a nuestras "amigas", encontrarlas no las encontramos, pero lo que nos reímos escuchando los tacones correr por las callejuelas, eso no tiene precio.
Después de pasar por Venecia, Siena, Milan y no se cuantos sitios más, volvimos a tierra patria, y digan lo que digan... como en casa en ninguna parte. Eso sí cuando llegué a Zaragoza no me quedaba dinero más que para un bocata y una cerveza, no pude llamar ni por teléfono a casa para que me fueran a buscar, no había llamado ni un solo día, para que lo iba a hacer si en unas horas llegaría a casa.
La cosa estuvo bien organizada porque llegamos a Madrid y justo empezaban las vacaciones de Semana Santa, que me vinieron genial para dormir los cuatro días seguidos... total no tenía pasta para salir que más me daba.
P.D. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia, esto es una historia real, los nombres de los personajes han sido sustituidos para no dañar su integridad personal, para más información llame al 11888.