Después de leer el libro "Memorias de un homo erectus" (1) de mi tocayo Miguel Ángel Rodríguez, conocido popularmente por "el Sevilla", he pasado al igual que el un tiempo dedicado a la filosofía, que como el dice es el arte de perder el tiempo observando cosas por el bien de los demás.
Hago un inciso para aclarar a los no versados en el tema literato, cuando se pone un numerito entre paréntesis como lo hice en el párrafo anterior, eso es una Nota del Autor (osease un servidor), que va aclarada normalmente a pie de página en los libros, no os podéis hacer ni idea de las ganas que tenía de hacerlo yo, sobre todo porque en un libro con bajar ligeramente la vista enseguida ves la aclaración, pero como lo mio es dicho finamente... tocar los cojones, pues lo pongo en la parte final de esta entrada del blog, con lo cual hay que bajar con el ratón hasta el final y después volver nuevamente. Una vez aclarado este asunto entraré en materia.
Pues bien, la cosa es que me he dedicado un tiempo a observar mi entorno con el fin de sacar conclusiones "filosóficas" que me llevan a la deducción de que el español es raro (no hago distinción de sexos, credos, etc que yo estoy a favor de la famosa igualdad), cada día hacemos cosas raras.

Pero para rarezas aprovechando el reciente Madrid - Barcelona, somos capaces de insultarnos, y en casos extremos incluso de llegar a las manos por un fuera de juego, un penalti, o decidir si es mejor Cristiano Ronaldo o Leo Messi. A veces creo que estos energúmenos el día después del partido cobran sobresueldos por la defensa a ultranza de unos tipos que no son más que unos privilegiados que hacen lo que les gusta, y encima para más inri cobran un pastizal. En un rato ganan más que cualquiera del resto de mortales en un año de duro y sufrido trabajo.

No me negaréis que no es normal, por lo tanto es raro, que oigamos que un señor del PP (2), señor lo digo por educación nada más, que salga a la luz que dando sobre sueldos en el partido, y haciendo "negocios" por su cuenta, resulta que el fenómeno consigue hacerse con un capitalito de 22 millones de € en una cuenta en Suiza, que resulta que le generan anualmente más de 1 millón de beneficios. Lo raro de este caso es que los señores del PSOE (3), reitero lo mismo del calificativo que en el caso anterior, salten a la palestra con un ataque de santidad atacando duramente al rival, diciendo que si son unos corruptos y que en su partido no pasan cosas así, que ellos tienen la conciencia tranquila y las cuentas más claras que el liquido elemento llamado H2O.


Visto así, ni ellos ni yo somos tan diferentes ni tan raros, raro el resto del personal que ante tan grotesco saqueo no hemos exigido una reforma constitucional, y un cambio en el código penal que nos haga sentir miedo ante la posibilidad de cometer un delito de este calibre y nos haga sentirnos a todos iguales ante la ley, no como ahora que si robas un jamón para comer vas a la cárcel, pero si te llevas una burrada de millones robados no pasas de ser presunto culpable.
Lo que hay es quejarse de una vez por todas con rotundidad, que sean ellos, los de la poltrona los que piensen que somos raros porque de repente nos quejamos y no los queremos acomodados, que se den cuenta de que están a nuestro servicio y no al revés, que estamos hartos de pagar siempre los mismos, que lo que queremos recortar nosotros son los impuestos que pagamos religiosamente, porque si no lo hacemos si que hay castigo y duro, a ver como iban a mantener sus sueldos, sus lujos y sus privilegios a costa de los demás.

Dicho todo esto no me queda mucho más que añadir querido lector, solamente pedir, rogar, rezar, o lo que cada uno tenga a bien dependiendo de sus creencias, pero que ojalá podamos ver en las esquelas de los periódicos de este santo país una como la que acompaña pero con fecha cercana... si no la vemos por ley, que sea por cojones.
Notas del Autor:
(1) Memorias de un homo erectus de Editorial Alfaguara.
(2) Siglas que identifican al Partido Prostituido.
(3) Siglas que identifican al Partido Sociolisto de no se que más.
(4) Siglas que identifican al Tribunal Constitucional, organismo que no castiga a los que tiene que castigar.